Resulta curioso ver cómo nos hacemos mayores. Sobre todo si comparamos hombres y mujeres.
No soy muy amigo de la generalización ni de la guerra de sexos, salvo para chascarrillos, pero en este caso la excepción confrima la regla. Si existe excepción.
El género masculino, dotado del poder de la selva y todas las panoplias animales que se nos otorgan peca en la mayoría de los casos del síndrome de Peter-Pan. Toda pareja hetero que se precie, tiene la misma polémica a lo largo de su relación.
‘Vámonos a vivir juntos chato‘, le dice la torda al maromo. Y a él se le congela el alma y le tiemblan las piernas.
Cuando viven juntos, ‘vamos a casarnos nene‘, y a él le entran ganas de echar la pota.
Una vez casados, ‘No te gustaría tener un fulanito‘, y al se le cae la lata de cerveza de la mano (incluso se orina encima, que se han dado casos…)
La cuestión es que a los tordos, les (nos) da un miedo que te rilas hacernos mayores. Con lo bien que se está en casa tú solo pimplándote una yonkibirra con ‘Los Chichos’ ‘a todo rabo’ en tu equipo de música y tú en porreta paseándote por las habitaciones perdiendo el tiempo, que para eso está.
Lo que está claro es que para todo hay una edad. Y que media España desearía tener 10 años menos (salvo los de 10, que quieren tener 10 años más), y actúa como si los tuviera. De lo que no somos conscientes es del peso del tiempo sobre el cuerpo, que es muy sabio y te avisa cuando le intentas engañar.
A los partidos de fútbol-sala de treintaañeros me remito… Alguno echa una pachanga y parece que viene de Iwo Jima…
Como se te queda el cuerpo!!!!