De un tiempo a esta parte cada vez se ven más erizas en el fútbol, de lo cual me alegro ya que la presencia de mujeres le da a la grada una esencia peculiar. La aparta un poco (y digo un poco) de ese halo de paletismo que inunda la mayoría de los campos de fútbol de este bendito país. Voy siempre que puedo a ver al Salamanca y cada vez me da mas vergüenza ajena decir que me siento en el fondo sur del histórico feudo helmántico. Y es que, si antes ya estaba inundado de borregos que a lo único que van es a dos cosas: a emborracharse o a armar bulla como buenos machichos guardianes de la España más siniestra que hemos conocido, ahora, además de estos gallolos también van sus respectivas acompañantes. Esto es: Eriza, de 17-19, macoi a más no poder, fumadora y además tonta del culo.
Sin ir más lejos, ayer acudí a ver el partido. Nos ponemos siempre en el mismo sitio, detrás de la portería del fondo sur. Antes, yo decir: “Joder, siempre nos ponemos al lado de unos personajes que te rilas” pues no es que fuéramos nosotros, es que está lleno. Bueno, pues resulta que se nos ponen delante una chica salida de la serie “Aída” y un ceporro que hace las veces de novio, ceporro por decir algo, porque mi querido compañero de sinsabores en la grada (F.V.P) me dice: “Mira la tía esa, que machirulo” refiriéndose al tío… (También hay que decir que mi amigo ve más bien poco).
Estoy seguro que a la tía esa se la sudaba que marcara gol el Salamanca, el Baracaldo o la Unión de Murcianos Regadores de la Huerta, eso si, desde el minuto 1 al noventa se fumó 10 cigarrillos, digo se fumó porque más de la mitad me los fumé yo, 90 minutos riendo las sandeces escupidas por boca del tiraduros del novio y noventa minutos jodiéndome el poder ver a gusto a mi Salamanca.
Por cierto, para postre, empataron a 0, y el Salamanca cae a la 9 plaza. Seguro que la tiparraca esta no duerme hoy del disgusto.