por Jorge Cárcamo
Un viaje allí siempre deja anécdotas de todo tipo. La mía no es nada del otro mundo (si ya has estado allí, por supuesto, que si eso lo ve un sueco o un noruego, se les caen los palos del sombrajo)
Por la boca muere el pez. O, para una vez que me remango se me ve el culo. El caso es que dos semanas después de hablar de Canarias y sus habitantes me toca verles el careto.
Un viaje allí siempre deja anécdotas de todo tipo. La mía no es nada del otro mundo (si ya has estado allí, por supuesto, que si eso lo ve un sueco o un noruego, se les caen los palos del sombrajo).
Me disponía a disfrutar de una comida con mis primas en su casa en las afueras de La Laguna. Aire puro, el Teide de fondo, y una carretera comarcal en las que cada dia estrellan su asqueroso gesto unos cuantos aspirantes a Fernando Alonso que frecuentan el taller de ‘tunning’ de unos kilómetros más abajo.
Hacía una semana que uno de estos sujetos había estrellado su Opel Kaddet Full Equipe contra un poste de teléfonos, que cayó sobre la tapia de la casa de mis desafortunados familiares. Sin teléfono llevaban desde entonces, pero no hay prisa. Que para eso está el móvil.
Cuando se decidieron los ‘currelas’ de la ‘timofónica’ de allí a meterle mano al poste y llevar el cable a su sitio original (considerando que la carretera no es muy apropiada para que un cable se pasee por ella siete dias), surgió una situación sólo visible en aquella zona (seran las emanaciones de azufre que los alela…?)
Uno de los ‘chispas’ vuelve de comer (con vino, seguro) y deja el coche en la entrada de la casa de mis familiares. Mi prima le solicita amablemente al tipejo que aparte su asqueroso automóvil de la entrada que si no, no puede entrar ni salir nadie. El tio se niega y mi prima acciona la puerta comprobando que no abre porque el fulano ha apoyado el coche contra ésta. El intento de apertura de la puerta le deja al tío de regalo un arañazo en el parachoques (mataburros, que dicen algunos allí) de su infecto vehículo.
En un lugar normal, esto se habría saldado con un poco de vocerío y aquí no ha pasado nada. Pero en medio del Atlántico tiran de código civil, penal y lo que haga falta y el tío exige que le demos los datos del seguro de hogar, que hay que arreglarle el coche. Se oyen las carcajadas desde Taganana y el tío se va vociferando y diciendo que llamemos a la policía y le avisemos con lo que nos digan.
Creo que sigue allí, esperando.