Archivos de febrero 2008

Flequillos al viento

por Jorge Cárcamo

Los Borjas que les llaman algunos o BorjaMaris en versión larga. Se ven de vez en cuando, en la puerta de alguna discoteca de moda…

No se si me producen más asco o risión esos fulanos de flequillo ladeado y polo de marca. Los Borjas que les llaman algunos o BorjaMaris en versión larga. Se ven de vez en cuando, en la puerta de alguna discoteca de moda, los viernes a eso de las 5 de la tarde, que hay que aprovechar el tiempo.

Siempre he tenido curiosidad por saber qué se les pasa por su afelpada cabeza. La mayoría de los que he conocido, ya desde su tierna infancia sienten cierta simpatía por regímenes fascistas, desconociendo que si hubiesen nacido hace unos años, dichos regímenes les habrían cortado el pelo, y las alas. También la mayoría de estos pollos desconoce los más elementales preceptos de educación básica, lo cual choca, ya que sus padres pagan un pastizal por los colegios a los que van.

Lo del pastizal se puede extrapolar a todo lo que les rodea, ya que generalmente su ropa vale más que el alquiler de un mes de un currito por no hablar del nefasto dia en el que obtienen el carné de conducir y sus papis les obsequian con un flamante ataúd con ruedas.

Lo más sorprendente de esta recua, sin embargo, es que cuando acaban sus carreras y empiezan a trabajar, se convierten en poco tiempo en nuestros jefes, gerentes y directivos, por los que parece no pasar el tiempo, ya que siguen siendo iguales que cuando tenían 13 años.

Por suerte, no se suelen ver, salvo en contadas ocasiones. Supongo que de vez en cuando alguien abre las puertas de ‘La Moraleja’ y dejan que esta gentuza salga a juntarse un poco con el vulgo. Para que no se acostumbren a lo bueno y para que el resto de mortales disfrute de sus asquerosas caras.

A ver si hay suerte y el próximo día se atasca la puerta…

El canon de los cojones

por Jorge Cárcamo

El temita del canon debe estar ya de lo más sobado, pero me he acordado de la que nos quieren preparar y no he podido resistirme.

‘Es usted inocente hasta que se demuestre lo contrario’, dicen en todas las peliculas de maderos americanos. Pues parece que eso aquí no aplica.
El temita del canon debe estar ya de lo más sobado, pero me he acordado de la que nos quieren preparar y no he podido resistirme.

Si repasamos la historia no tardaremos en comprobar como en todos los sitios y en todas las épocas, unos pocos mentecatos han sabido engañar al gobierno de turno. En este caso la SGAE, organización respetable hasta hace unos años, observa que ya no ingresa tanta pasta como quisiera y decide que si no la ganan la roban. Y encima el gobierno se lo legaliza. Con dos cojones.

Que te compres un móvil o un mp3 y le pagues un tanto por ciento al ‘king of the fried chicken’, que sus vicios son muy caros y con lo que vende en los conciertos no le llega (80 espectadores en el último, chúpate esa mandarina).

Lo paradójico del asunto es que artistas de la talla del antes citado u otros aún de más alta alcurnia (o baja estofa) de los que no daré su nombre, alegan que la piratería, además de quitarles el sustento, cosa que apenas les importa dado el carácter cuasi-altruísta de su profesión, fomenta las mafias, la delincuencia, la esclavitud, etc, etc. El argumento es de aurora boreal, ya que casualmente estos artistas no tienen reparos en probar los aromas de Colombia o los sabores de Marruecos o Afganistán; todo legal que te rilas y que apenas fomenta las mafias…

Sin embargo ya está hecho el mal. Con lo que sólo nos queda una cosa. Pagar el canon y piratear como Barbarroja.