El canon de los cojones

El temita del canon debe estar ya de lo más sobado, pero me he acordado de la que nos quieren preparar y no he podido resistirme.

por Jorge Cárcamo

‘Es usted inocente hasta que se demuestre lo contrario’, dicen en todas las peliculas de maderos americanos. Pues parece que eso aquí no aplica.
El temita del canon debe estar ya de lo más sobado, pero me he acordado de la que nos quieren preparar y no he podido resistirme.

Si repasamos la historia no tardaremos en comprobar como en todos los sitios y en todas las épocas, unos pocos mentecatos han sabido engañar al gobierno de turno. En este caso la SGAE, organización respetable hasta hace unos años, observa que ya no ingresa tanta pasta como quisiera y decide que si no la ganan la roban. Y encima el gobierno se lo legaliza. Con dos cojones.

Que te compres un móvil o un mp3 y le pagues un tanto por ciento al ‘king of the fried chicken’, que sus vicios son muy caros y con lo que vende en los conciertos no le llega (80 espectadores en el último, chúpate esa mandarina).

Lo paradójico del asunto es que artistas de la talla del antes citado u otros aún de más alta alcurnia (o baja estofa) de los que no daré su nombre, alegan que la piratería, además de quitarles el sustento, cosa que apenas les importa dado el carácter cuasi-altruísta de su profesión, fomenta las mafias, la delincuencia, la esclavitud, etc, etc. El argumento es de aurora boreal, ya que casualmente estos artistas no tienen reparos en probar los aromas de Colombia o los sabores de Marruecos o Afganistán; todo legal que te rilas y que apenas fomenta las mafias…

Sin embargo ya está hecho el mal. Con lo que sólo nos queda una cosa. Pagar el canon y piratear como Barbarroja.

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